sábado, 25 de mayo de 2013

Reflexion (1)

Sentada en ese parque, en nuestro rincón de siempre, me pregunto si de verdad existe la felicidad, si acaso no hemos sido engañados como el niño a quien se le coacciona con cuentos de brujas. Tú hablabas de la importancia de la desdicha, del sentir intenso que nos vuelve reales. Irónicamente, me hacías reír al explicarme que no existía la felicidad. También negabas la existencia del amor, decías que era la mayor de las drogas mientras me pasabas la botella y, con cada palabra, yo me iba enamorando un poco más de ti.
Luego te fuiste, de golpe y sin avisar. Me abandonaste sin preocuparte ni un solo segundo por como seguiría hacia adelante. Reconozco que te busque, que camine por cada una de las calles donde nos habíamos perdido, recordando cada uno de los instantes que habíamos pasado juntos, cada beso que no te di, pero no pude encontrarte. Durante este tiempo, en ocasiones, mi corazón se paraba al cruzarme con tu aroma, mis labios solo aceptaban otros que repitiesen tus mismas palabras y todas sonaban demasiado falsas, y mi alma luchaba por sentir; era agotador. Poco a poco fui dejando que la monotonía entrase en mi vida, me resigne a la felicidad tediosa volviéndome una más de la masa. La forma más fácil de ser feliz era dejar de preguntar, dejar de pensar, y con cada pregunta no formulada mi alma se apagaba un poco más.
Y entonces, cuando había conseguido mi objetivo, cuando era el punto más gris en la escala de color, me llegó tu carta. Tan sincero como siempre pero más adulto que nunca, conseguiste volver a hacerme sentir. Ahora estoy aquí, mirando el fondo de mi vaso, volviendo a sentir el calor del alcohol recorriendo mis venas y me pregunto si volvería atrás de tener la oportunidad. ¿Cuánto atrás habría de volver para no traicionarme a mí misma? ¿Lo suficiente para atreverme a besarte, para no dejarte marchar? ¿Lo necesario para impedir que te besase y asegurarme de no perder lo poco que tuvimos? ¿Debería volver al momento en que te borre de mi mente y recordarme tu importancia, o sería mejor obligarme a olvidarte cuando decidiste desaparecer? Hace mucho tiempo aprendí que tomar una decisión implica renunciar al resto de caminos infinitos, me di cuenta de que no existen las vidas necesarias para comprender que decisión habría sido la acertada.

Y ahora estoy aquí, esperándote, atontada por el whisky pero más despierta que nunca. Las pastillas no tardarán en hacer efecto y nos fundiremos de nuevo en la nada que a todos rodea, libres de tener que volver a decidir. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario