Sentada en ese parque, en
nuestro rincón de siempre, me pregunto si de verdad existe la felicidad, si acaso
no hemos sido engañados como el niño a quien se le coacciona con cuentos de
brujas. Tú hablabas de la importancia de la desdicha, del sentir intenso que
nos vuelve reales. Irónicamente, me hacías reír al explicarme que no existía la
felicidad. También negabas la existencia del amor, decías que era la mayor de
las drogas mientras me pasabas la botella y, con cada palabra, yo me iba enamorando
un poco más de ti.
Luego te fuiste, de golpe
y sin avisar. Me abandonaste sin preocuparte ni un solo segundo por como seguiría
hacia adelante. Reconozco que te busque, que camine por cada una de las calles donde
nos habíamos perdido, recordando cada uno de los instantes que habíamos pasado juntos,
cada beso que no te di, pero no pude encontrarte. Durante este tiempo, en
ocasiones, mi corazón se paraba al cruzarme con tu aroma, mis labios solo
aceptaban otros que repitiesen tus mismas palabras y todas sonaban demasiado
falsas, y mi alma luchaba por sentir; era agotador. Poco a poco fui dejando que
la monotonía entrase en mi vida, me resigne a la felicidad tediosa volviéndome
una más de la masa. La forma más fácil de ser feliz era dejar de preguntar,
dejar de pensar, y con cada pregunta no formulada mi alma se apagaba un poco más.
Y entonces, cuando había
conseguido mi objetivo, cuando era el punto más gris en la escala de color, me
llegó tu carta. Tan sincero como siempre pero más adulto que nunca, conseguiste
volver a hacerme sentir. Ahora estoy aquí, mirando el fondo de mi vaso,
volviendo a sentir el calor del alcohol recorriendo mis venas y me pregunto si
volvería atrás de tener la oportunidad. ¿Cuánto atrás habría de volver para no
traicionarme a mí misma? ¿Lo suficiente para atreverme a besarte, para no
dejarte marchar? ¿Lo necesario para impedir que te besase y asegurarme de no
perder lo poco que tuvimos? ¿Debería volver al momento en que te borre de mi
mente y recordarme tu importancia, o sería mejor obligarme a olvidarte cuando
decidiste desaparecer? Hace mucho tiempo aprendí que tomar una decisión implica
renunciar al resto de caminos infinitos, me di cuenta de que no existen las
vidas necesarias para comprender que decisión habría sido la acertada.
Y ahora estoy aquí, esperándote,
atontada por el whisky pero más despierta que nunca. Las pastillas no tardarán
en hacer efecto y nos fundiremos de nuevo en la nada que a todos rodea, libres
de tener que volver a decidir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario